Cuando entendemos que somos parte de un sistema en el que a todos nos corresponde tomar un rol protagónico, se pone como prioridad el no olvidar que somos una sola especie humana, frágil y fuerte al mismo tiempo, que vive en un solo planeta.

Cuando nos damos cuenta, que nuestros hogares son nuestro primer territorio, que nuestros hijos y estudiantes son nuestros maestros, son nuestros espejos y que, al compartir en una relación de interdependencia, forjamos propósitos comunes.

Toma sentido quienes somos y lo que podemos construir juntos, podemos ver la diferencia entre lo importante y lo relevante, creemos y creamos escenarios en los que niños y jóvenes alcanzan su propia visión del mundo, su mejor versión personal y poseedores de una concepción cabal, deciden hacer las cosas, no al azar, siendo más conscientes y críticos de lo que necesita la humanidad y nuestro planeta.

Nuestra comunidad y nuestro sistema educativo trabajan alineados y consideran relevante la experiencia, la reflexión, la creatividad, el escuchar más a sus actores, desafiando los peligros de la desigualdad, del cambio climático, de la pobreza, de eventos tecnológicos disruptivos, resistiendo a las noticias falsas, y constantemente cuestionándonos ¿Qué debemos enseñar y qué deben aprender las nuevas generaciones?